Cada vez más desarrolladores se atreven a hacer públicas las peticiones
ilegales o escasamente éticas que les hacen sus jefes o clientes. Conforme
avanza la automatización de nuestro entorno, el debate sobre la necesidad de un
código deontológico para los programadores también se intensifica. En España,
pocas carreras relacionadas incluyen una formación ética consistente.
Casi todo lo que hacemos hoy en día —desde comprar o realizar una
llamada hasta coger un tren, conducir un coche conectado o viajar en avión—
implica utilizar algún programa informático. Detrás de las líneas de código que
rigen nuestro día a día está el trabajo de un profesional que escribe las
instrucciones y las reglas lo mejor que sabe, puede y le dejan.
Los desarrolladores pueden cometer errores o tomar decisiones equivocadas,
a veces con graves consecuencias. También puede suceder, como han confesado
algunos programadores arrepentidos o escandalizados por las peticiones de sus
jefes, que el ‘software’ en el que se ven forzados a trabajar tenga unos fines
cuestionables.
Así, mientras estos profesionales van escribiendo el código que mueve el
mundo (sistemas de voto electrónico, herramientas bursátiles, complejos
programas de gestión industrial...), el debate sobre la necesidad de establecer
códigos éticos en informática y de dar directrices claras a los jóvenes
estudiantes que se inician en el sector se intensifica, sobre todo en el mundo
anglosajón.
"Estamos matando gente", se lamentaba el programador Robert
Martin en una reciente intervención. "Y un día alguno de nosotros va a
cometer una estupidez y el resultado va a ser una catástrofe en la que mueran
miles de personas".
Por desgracia no iba desencaminado. “El mal funcionamiento de programas
informáticos puede provocar graves problemas que incluso involucren el coste de
vidas humanas”, recuerda a HojaDeRouter.com
José Manuel García Carrasco, catedrático de la Universidad de Murcia y
experto en la materia. “Hay unas prácticas de trabajo saludables que pueden
contribuir a mitigar o resolver estos problemas y ayudarnos a tratar el tema de
la responsabilidad ante un fallo informático”.
Las organizaciones internacionales más prestigiosas, como la Association
for Computing Machinery (ACM), el Institute of Electrical and Electronics
Engineers (IEEE) o la International Federation for Information Processing
(IFIP), han ido desarrollando códigos y normas de conducta aplicables a este
sector. De hecho, en el año 1999, las dos primeras suscribieron un código ético
para la enseñanza y la práctica profesional de los ingenieros de ‘software’,
que resume los deberes de un programador en ocho principios, comenzando por el
interés público.
“Dicho código, que es el que está actualmente en vigor [...] vino a
cubrir una necesidad muy importante”, afirma Carrasco. Sin embargo, esta
referencia deontológica, que se elaboró cuando muchas de las tecnologías
actuales ni siquiera existían, presenta ciertos problemas como, en algunos
casos, la falta de concreción. Otro, muy actual y el principal según el
catedrático, tiene que ver con quién puede ser considerado un programador.
“Para ser programador, ¿hay que haber estudiado Ingeniería Informática o
se trata de un conocimiento de tipo artesanal que cualquiera, con pericia y
tiempo, puede desarrollar?”, se pregunta el experto. “Dicho de otra forma:
¿puede cualquiera desarrollar y vender una aplicación informática o se necesita
pertenecer al colegio profesional de ingenieros informáticos?”.
El resto de carencias son comunes a los códigos deontológicos de casi
cualquier profesión: cómo se define lo que es correcto y lo que no, cómo se
controla su cumplimiento o quién y cómo se encarga de sancionar a aquellos que
se saltan las normas.
A pesar de que existen ciertos códigos, todavía queda mucho por hacer.
En las universidades españolas, en las carreras relacionadas con la
informática, es poco frecuente encontrar alguna asignatura en la que se aborden
cuestiones éticas y solo alguna materia avanzada de programación recoge algún
epígrafe sobre el comportamiento deontológico de un ingeniero de ‘software’.
Además, los problemas a los que se tienen que enfrentar los profesionales del
sector aumentan cada día.
La propiedad intelectual —dirimir quién es el dueño de una aplicación,
si es lícito copiar un programa o hasta cuándo tiene que dar soporte el creador
de una herramienta—, las cuestiones de privacidad en el almacenamiento de datos
o la legitimidad del acceso a un servidor
—dirimir si es razonable acceder si no está expresamente permitido (como
harían un 'hacker' ético para buscar fallos) o si un programador puede dejar
puertas traseras en sus aplicaciones— son solo algunos de los dilemas que se
plantean los profesionales de la informática y que a menudo son difíciles de resolver.
Incluso si conocen la respuesta, en ocasiones ceden a la presión de sus jefes y acaban
escribiendo programas cuyos fines no son del todo legales o éticos. El código
que empleaban los coches de Volkswagen para pasar las pruebas de emisiones
contaminantes o el uso cuestionable de los datos personales que hacen algunas
tecnológicas podrían ser buenos ejemplos.
“Los estudiantes necesitan
desarrollar la capacidad de preguntarse acerca del impacto social de la
informática". Aprender ética para programar el mundo.
Ruíz, M. S. (21 de 12 de 2016). hojaderouter.com.
Obtenido de La ética del informático: "Un día haremos una estupidez que
costará miles de vidas":
http://www.eldiario.es/hojaderouter/tecnologia/software/etica-deontologia-informatica-desarrolladores_0_593191114.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario